Parroquia

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sábado, 25 de agosto de 2012

¿A dónde vamos a ir este Domingo XXI?


La semana pasada veíamos como la segunda lectura podía darnos unas claves para "centrar" el sentido de toda la Palabra del Domingo, pero hoy no puedo sino centrar esta reflexión, en el evangelio que acabamos de escuchar y que suena realmente duro. Jesús acaba de pronunciar el discurso del pan de Vida, os acordáis de la pasada semana: “El que no come mi carne no tiene vida…” Esto a los judios, incluso a aquellos que seguían a Jesús les parece demasiado: “Bueno, que dice este señor. Una cosa es una cosa pero esto ya es pasarse ¡comer su carne y beber su sangre! hasta aquí podíamos llegar”. Y es que no podemos negar que el Evangelio en muchos de sus aspectos es difícil, es duro y cuando lo que dice pues se ajusta a nuestro modo de vivir, pues fenomenal y qué bien, qué bueno ser cristiano, pero cuando lo que dice el Evangelio choca con nuestra forma de vida, cuando vemos que tendríamos que cambiar en esto o en aquello, cuando el Señor habla a las claras de asuntos que nos escuecen… ¡cuantos pasajes del Evangelio nos escandalizan y los pasamos –en el mejor de los casos- de puntillas, diciendo: “bueno, bueno, tampoco hay que exagerar… en esto no voy seguir a Jesucristo”! y lo abandonamos, y nos hacemos una especie de religión, de fe a la carta. Cogiendo lo que nos gusta y dejando lo que no.
  Vamos a ver, si el Evangelio es buena noticia, si es mensaje de Salvación… ¿Por qué tantas y tantas veces le damos plantón al Señor y nos vamos por otros derroteros que nada tienen que ver con nuestra fe? 
Bueno, pues en el fondo por lo mismo que lo hacían aquellos judíos y por lo mismo que lo ha hecho gente hasta nuestros días, porque no somos capaces de ver nuestra vida más que de techo para abajo.
Muchas veces vivimos como si en nosotros no existiera una dimensión espiritual, trascendente. Vivimos como si no fuéramos más que materia. Pero Jesús si que ve al hombre en su integridad y por eso les reprocha esto mismo: La carne “sola” no sirve de nada. Es el Espíritu el que da la vida –les dice-… y nos dice a nosotros. 
Nos dice: Mirad un poco más allá de lo que es la materialidad de vuestra vida, que eso solo no sirve para nada, que eso no os va a salvar, que por mucho que os empeñéis eso llega hasta donde llega y termina donde termina. hacedme caso –nos dice- que las palabras que yo os digo son ESPIRITU Y VIDA. 
Es decir, lo que puede dar plenitud a todo nuestro ser que incluye cuerpo y alma es seguir el Evangelio en su totalidad.
  “Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él”. Y que hizo Jesús ¿Rebajar el mensaje? eso es lo que a muchos les gustaría que hiciera la Iglesia. No, Jesús no rebaja el mensaje. Jesús asume y respeta la libertad humana y dice esto es lo que hay, el Evangelio es esto, es cosa de cada uno tomarlo o dejarlo… Pero las cosas son lo que son. Es dramática la pregunta de Jesús a los Doce: -“¿También vosotros queréis marcharos?”… Y emocionante la respuesta de Pedro que cada uno de nosotros debería repetir mil veces al día… Pero Señor, pero ¿a dónde vamos a ir? si solo tu nos llenas, si solo junto a ti somos felices, si solo tus palabras nos consuelan… Nosotros señor creemos en ti, -poco y mal- pero sabemos que eres Dios, el Hijo de Dios, el Santo, a quien queremos amar y seguir.



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