Llevamos ya varios domingos en los que estamos escuchando uno tras otro el capítulo seis del Evangelio de San Juan. El discurso que se ha llamado del Pan de Vida y en varios momentos he hecho mención estos días a la necesidad que los cristianos tenemos de alimentarnos con la Eucaristía, con el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Y puede ocurrir que como muchas veces en la Iglesia damos vueltas a las mismas cosas esto nos lleva a ver nuestra religión con una cierta monotonía, parece que siempre hablamos de lo mismo y hablamos de los mismos temas y en cierto modo es verdad porque tampoco es que sean demasiadas las realidades centrales de nuestra fe: La Encarnación, la Muerte y Resurrección de Cristo, el perdón y la misericordia de Dios, La Eucaristía, la vida eterna… La caridad, el amor a los hermanos…
Ahí queda resumido lo central y son estas las cosas que hemos de tener claras para poder vivir todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida “en cristiano”.
Y hemos de conocer a fondo nuestra fe, pero de nada nos sirve hacerlo, celebrarla en la Iglesia, etc. si queda reducida al ámbito de estas cuatro paredes que son el templo o nuestro grupo o comunidad, pero cuando salimos fuera actuamos y vivimos como lo hacen los que no creen.
Del mismo modo no puede entrar en la cabeza de un cristiano ir por el mundo sin profundizar su fe y sin celebrarla en la Iglesia. Ya han pasado los tiempos del “yo creo pero no practico” y hemos de dejar atrás también esa fe que se vive cada domingo dentro de la Iglesia, pero que no tiene una correspondencia en la vida cotidiana.
Seguir a Jesucristo significa para nosotros hoy amar, creer, conocer y practicar . Y hemos de practicar en el Templo, en la celebración dominical de la Eucaristía y hemos de practicar en nuestra relación personal con Dios cada día... y hemos de practicar del mismo modo en el mundo, practicando la caridad con el sufriente y en nuestro trabajo, en casa, con los amigos, en la diversión… y hemos de actuar como cristianos al elegir la película que vamos a ver en el cine y al elegir las vacaciones que vamos a pasar y al reaccionar ante ese compañero de trabajo que nos está fastidiando, o ante el jefe o ante los subordinados en el caso de tenerlos y al defender nuestros puntos de vista.. y siempre.
Pero vivir así no es fruto de un voluntarismo (es verdad que habremos de esforzarnos muchas veces ), pero no se trata únicamente de eso.
Se trata sobre todo de dejarnos hacer por El, por el Espíritu de Dios, de alimentar nuestro espíritu con el Pan de Vida que es Cristo y de hacer crecer nuestra mente, nuestra inteligencia con la Sabiduría que viene de Dios que adquirimos gracias a la Palabra de Dios que escuchamos cada domingo a nuestra reflexión en la oración y la experiencia que nos da vivir día a día al estilo del Jesús en el trato con quienes nos rodean.
Y es así cuando la religión deja de parecernos algo monótono que nos suena a sabido, porque todo lo que hacemos, la infinita variedad de acontecimientos que conforman nuestra vida pasan a ser vivencia de fe y momento de encuentro con Dios.
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