Siempre la primera lectura de la liturgia del domingo y el Evangelio tienen una conexión clara y habitualmente el peso de la predicación suele incidir sobre ellas. Es lógico ya que la Palabra del Señor en el Evangelio es siempre guía y luz para nosotros, pero podríamos preguntarnos entonces qué sentido tiene que hagamos una segunda lectura que no suele tener una conexión con las otras dos. ¿Para qué esta puesta?¿Para rellenar tiempo y que la misa del domingo sea más larga?
Evidentemente no. Si miramos en conjunto la Palabra de Dios de estas últimas semanas nos damos cuenta de que Jesús se nos muestra como el centro indiscutible de nuestras vidas. Es el Señor, pero es el alimento... y es en definitiva la Vida Eterna para nosotros.
Y si lo aceptamos y lo acogemos en nuestra vida como verdaderamente es, nuestra vida es transformada y cambia. Cambia de verdad. Confesar a Jesús como el Señor, alimentarse con su cuerpo y su sangre y recibir esa vida con Mayúsculas que supone su presencia en nosotros tiene necesariamente unas consecuencias en nuestro actuar concreto.
Hoy la segunda de las lecturas puede ayudarnos porque "encarna" la vivencia de nuestra fe. Es decir, nos ayuda a que nuestra fe... pise tierra. El discurso del pan de vida, es algo verdaderamente hermoso... deberíamos leerlo y llevarlo a la oración muchas veces. Pero esas palabras pueden ser para nosotros algo etéreo... "El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre y soy el que ha bajado del cielo..." y se puede queedar en un discurso muy bonito pero luego en lo concreto... nada.
Hoy la lectura de la carta a los Efesios, que es una de las más hermosas y profundas del epistolario de San Pablo, nos ayuda a bajar a lo concreto y nos dice: Hermanos... la vida de Cristo, se vive en lo concreto de vuestra existencia: "aprovechando la ocasión" ósea... viviendo el momento que nos ha tocado vivir.
Esa lectura puede ayudarnos a entender qué significa vivir la vida en Cristo y desde luego lo que San Pablo propone es fruto no de una norma humana o una ley externa sino que es precisamente la consecuencia de vivir la fe.
San Pablo no habla de oídas. Es verdad que algunas veces es duro o incisivo, pero San Pablo habla desde una experiencia personal que el ha vivido tras el encuentro con Cristo y su propio bautismo.
Y San Pablo quiere que veamos una cosa: Encontrarnos con Cristo nos abre a vivir dándonos cuenta de lo que el Señor quiere de nosotros. Eso es lo que lo cambia todo porque cuando conocemos la voluntad de Dios es cuando podemos ir orientando nuestra vida por el camino adecuado, sensato... aprovechando la ocasión en el mejor sentido porque toda ocasión será momento propicio para elegir a Dios.
Pero aún va más allá... porque cuando en este momento San Pablo habla de no emborracharse no se refiere exclusivamente al hecho de "cocerse" sino que lo que nos dice es que no tratemos de emborracharnos de vino, sino del Espíritu de Dios... y cantar y gozar y dar gracias y alabanza con alegría a Dios... El cristiano lleno del Espíritu Santo desborda alegría y gozo... y sensatez y sentido común y conocimiento de lo necesario para vivir en plenitud.
Y cuando se está así de lleno, la vida moral, es decir aquello que hemos de vivir de manera concreta y que muchas veces supone esfuerzo, virtud, obediencia, se puede hacer sin neurosis ni cosas raras porque brota de un corazón lleno de Dios y agradecido y enamorado... en el que la fuerza la da la presencia de Dios y no nuestro voluntarismo.
Y se puede... claro que se puede... Dios lo puede hacer en nosotros si le dejamos que Él sea nuestra Vida... vida para siempre.
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