Parroquia

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sábado, 1 de septiembre de 2012

Mandamientos o Sabiduría ¿? Domingo XXII


       “Así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia”. Muchas veces le he dado vueltas a este pasaje de la Sagrada Escritura, del Deuteronomio, inspirado por Dios para cimentar al naciente pueblo de Israel sobre una base segura, sobre una base firme que le garantizará la paz y sobre todo la perfecta relación del pueblo con Dios, entre ellos y con la naturaleza.
Estos preceptos del Señor, los Diez Mandamientos que todos conocemos son por lo tanto preceptos de sabiduría, es decir, no están puestos por Dios como leyes restrictivas destinadas a hacernos la “puñeta” a los hombres sino que por el contrario se trata de las normas que posibilitan la vida en este mundo. Son mandamientos de vida: “Cúmplelos y vivirás” dirá el Señor en otro momento. 
Entonces qué es lo que propicia ese enfado, esa “reprimenda” que el Señor Jesús echa a los fariseos, a los letrados que junto a Él se encontraban. Bueno, pues primero y principalmente el hecho de que estos habían convertido la ley de Dios en un complejo entramando de costumbres impuestas desde fuera que para nada tocaban ni brotaban del corazón del hombre que amaba a Dios y a los hermanos, y es que de todo podemos hacer carga, imposición exterior… de todo hasta de lo que nos ha de liberar.
Pero es verdad que si las inmundicias, las impurezas, los malos propositos, las fornicaciones y robos salen del corazón del hombre, y salen verdaderamente... solo podremos combartirlos con ese mismo corazón enamorado de Dios y lleno de la sabiduría, la salvación y la vida que para nosotros suponen los mandamientos de la Ley de Dios.
Hemos de cumplir los mandamientos, evidentemente, el Señor no dice otra cosa, pero hemos de hacer nuestros esos mandamientos. En nuestra inteligencia han de estar grabados a fuego y en nuestro actuar han de manifestarse sin “chirriar”, ha de salir de nosotros el actuar conforme a esta ley de Dios con naturalidad, con suavidad. Mandamientos y vida han de ser como un engranaje bien engrasado en el que van pasando las “muelas” con armonía, sin estridencias, sin desajustes.
Si tratamos de vivirlo así, si damos vueltas en la oración a los mandamientos y le pedimos a Dios su gracia, veréis como cumplirlos es algo cada vez más fácil y nuestro corazón, nuestro interior es cada vez más limpio, más de Dios.


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