Parroquia

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domingo, 16 de diciembre de 2012

Retiro Parroquial de Adviento

Ayer pudimos vivir una tarde de preparación intensa para la celebración de las fiestas de la Natividad del Señor.


Durante un par de horas un grupo de feligreses realizaron el retiro espiritual de Adviento de este año 2012. Oración, silencio y la presencia del Señor en la Eucaristía junto a nosotros. Un verdadero toque del Espíritu Santo en nuestros corazones.



Tal vez no pudiste acudir, pero igual quieres leer y rezar con las predicaciones que se nos ofrecieron. Las pongo a tu disposición. Puedes utilizarlas para tu oración personal y prepararte también con ellas.



Busca la presencia del Señor y retírate un rato antes de Navidad... no te vas a arrepentir.




MEDITACIÓN:

       Nos queda poco más de una s emana para la Navidad. El Adviento está avanzado y a estas alturas ya podemos ver si estamos viviendo el Adviento con intensidad o no. Si está sirviendo para acrecentar nuestra esperanza y convertir nuestro corazón o no.

Sin darnos cuenta la Navidad va a venir sobre nosotros y estos días el tono cambia  y va a depender vivirla con intensidad de lo que hayamos hecho durante la preparación, y no hay mucho más asunto.

La cuestión que se nos plantea ahora es una cuestión de no poca importancia. En el fondo se trata de pararnos a pensar qué significado tiene y qué pinta Dios en nuestras vidas.

Todos lo que aquí estamos tenemos fe. Eso es indudable -si no no estaríamos aquí-  pero de alguna manera todos necesitamos que esa fe que profesamos no se quede en unos meros conocimientos intelectuales  o en unas prácticas externas de culto, sino que necesitamos que la presencia de Dios en nuestra vida sea algo tangible, real, fuerte, operativo... Necesitamos ver a Dios vivo en nuestra vida.
Supongo que vosotros al igual que yo, alguna vez habéis sentido la angustia de “perder” la presencia de Dios, la angustia de daros cuenta de que vuestra vida no discurre por los derroteros que Dios había preparado para vosotros... y eso es angustioso; Todo se oscurece, perdemos la paz interior, sentimos que nos cuesta querer, que nuestros egoísmos y obsesiones crecen como apoderándose de nosotros. 

Llegamos incluso a evitar la belleza porque nos recuerda a un Dios al que estamos dejando de lado y cuya llamada empieza a irritarnos... y podemos llegar a perdernos como en uno de esos oscuros y frondosos bosques llenos de extraños sonidos que aparecen en las películas fantásticas y que muchas veces forman parte de nuestra no tan fantástica vida.

Esta sensación es infinitamente peor cuando hemos tenido la gracia de conocer a Dios de cerca.
El personaje central de "El Señor de los Anillos" de Tolkien no puede volver a su vida normal en su pueblecito después de la enorme aventura que ha vivido para destruir el malvado anillo. Al final tiene que dejarlo todo e irse con los Elfos a ese lugar destinado para los "santos"...

Cuando nosotros experimentamos a Dios... ¡Uf! Luego lo demás... ¡Se nos queda tan corto! Y si además somos nosotros los que nos vamos alejando de Él, la quiebra interior es tremenda.
¿A dónde quiero llegar? ¡A Dios! Necesito, necesitamos esa fuerza vital y salvadora de Dios en nuestras vidas. Es el único sentido y plenitud.  No podemos de otra manera.

¡Pero Claro! Como decía antes, esa presencia de Dios en nuestra vida no es un simple conocimiento intelectual o unas prácticas de culto o unas palabras repetidas sin más.

Hemos gritado mil veces estos días: “VEN SEÑOR JESÚS” ¡Ven realmente a cambiar mi vida... y cámbiala! Pero cámbiala no porque toque decir que hay que cambiár (estamos en Adviento y es lo propio). Cámbiala porque quiero y necesito vivir en plenitud. Cámbiala porque no me conformo con lo que hay en ella. Cámbiala porque tengo la sensación de vivir entre las cuatro paredes y el ventanuco de una celda y lo que deseo es el amplio horizonte y el aire fresco de las cumbres de las montañas... la paz y la fescura de un riachuelo en medio de la estepa...

Quiero que cambies mi vida porque respiro gracias a una bombona de oxigeno y lo que necesito es llenar mis pulmones del perfumado aire del campo florecido.

Cámbiala porque necesitamos gozar y disfrutar de una vida en plenitud. En la que el cielo lo llene la presencia pacificadora de Dios y no la apestosa polución de nuestro egoísmo y pecado. ¡Ven Señor Jesús, ven!

Ese personajillo del que os hablaba antes, cuando decide abandonar su pueblo tras regresar de su gran aventura también sufre al dejar atrás su casa, sus amigos.... incluso su propia historia personal... A nosotros nos pasará lo mismo.... ¿Habrá dolor en la conversión?¡Habrá dolor! pero solo entonces encontraremos el verdadero sentido y plenitud a nuestra existencia, solo entonces.

Para esto es la conversión... para ir a Dios... y encontrarnos con este Dios vivo y verdadero es el por qué de este tiempo de Adviento, de la Navidad que se acerca y de toda la vida de la Iglesia.

¿Es esto lo que nosotros queremos? ¿Es esta la fe que queremos vivir? ¿Qué esperamos de la Navidad? ¿Una serie de cosas que hacer o un encuentro con Dios que nos transforme de tal manera que estimemos todo lo demás basura comparándolo con ese conocimiento profundo y vivencial de Dios?
Yo QUIERO LO SEGUNDO y así se lo voy a pedir a Dios en este rato de oración.



HOMILÍA DE LA MISA en el Tercer Domingo de Adviento "Gaudete"

      Los que hemos participado esta tarde en el retiro parroquial de Adviento tenemos probablemente a estas horas un profunda experiencia de la presencia de Dios. Algo que indudablemente afecta de manera positiva a nuestra vida y se manifiesta incluso en nuestro estado de ánimo... Estar tan cerca de Dios nos da el temple que necesitamos... disipa sombras y nos aporta una gran alegría. 

Este tercer domingo del adviento nos pone ante una realidad que merece la pena contemplar, una realidad que forma o ha de formar parte esencial de la vida del cristiano y esta no es otra que la alegría.

Hemos escuchado una Palabra de Dios esta tarde en la que San Pablo invita a los cristianos de Filipos a permanecer en la alegría, y esa llamada lo es también hoy para nosotros. Parece ser que aquellos pobres hermanos nuestros de Filipos estaban un poco desmoralizados por las dificultades y el ambiente... y eso afectaba a la alegría que habían experimentado al recibir a Jesucristo en sus vidas. 
No es fácil vivir algo como la fe en un clima “contrario”... puede ocurrirnos también a nosotros y no es bueno no es nada bueno... y creo que puedo decir que algunas veces damos una cierta imagen de falta de alegría, algunas veces no mostramos una actitud, un rostro... ni siquiera una disposición a la alegría -aquí en la celebración y en nuestro ambiente cotidiano entre los nuestros-. Por eso creo que esa llamada de San Pablo nos habla directamente al corazón hoy... 

Claro, es necesario preguntarse en primer lugar de dónde brota la alegría tan característica del cristiano. Nuestro mundo nos proporciona unas “fuentes de alegría” (Un día me comía una bolsa de patatas en la que se veían unas imágenes de jóvenes riendo, con sus bocas abiertas como diciendo: "¡si te comes estas patatas serás así de feliz!"... me la comí toda, pero no me sentí más alegre). Entre otras cosas porque alegría no significa necesariamente carcajadas y risotadas sin sentido.


Otras veces esos criterios muy superficiales y muy del mundo nos salpican tratando de vanalizar por ejemplo la misma celebración del misterio cristiano... “Es que, si la misa fuera más divertida...” Pues mire, yo no vengo a misa a divertirme. Vengo buscando felicidad y alegría, es verdad, pero profunda... no de bolsa de patata frita, sino de la que nos habla San Pablo.  Aquí vengo a encontrarme con ese amor de Dios que sobrepasa todo juicio y que guarda mi corazón seguro, alegre y firme en Cristo Jesús.


Y es que ahí está el asunto. La fuente de nuestra alegría está en el encuentro personal con ese Dios que nos ama y nos guarda. Cada día en la celebración podemos encontrarnos con El:


En su palabra (cuando alguien a quien queremos no nos habla nos preocupamos y nos entristecemos y cuando por fin oímos su voz... uf! Qué paz y alegría en el corazón) ¿Escuchamos con ese deseo la Palabra de Dios? 

En su Iglesia (si uno pasa tiempo solo sin la visita de sus hermanos o hijos... se siente abrumado por la soledad, pero cuando llega la visita ¡Qué alegría!) El cristiano está solo en medio de esta sociedad que se aleja de Dios... ¿no nos damos cuenta de que nuestros hermanos están aquí, cada día en la Iglesia?
En el Sacramento del Perdón ¿Qué alegría puede tener en el corazón quien no experimenta el gozo del Perdón de Dios? 
En la Eucaristía (Cuando uno tiene hambre dice ¡Qué triste tengo el estómago! cuando comemos algo, se nos cambia el temple, cogemos fuerza...) Nuestra alma muchas veces se muere de tristeza por falta de perdón y de alimento... de vida. Y cómo cambia cuando bien preparada recibe al Señor en la Eucaristía.


Y esto nos lo da la Misa... Que unas veces será más divertida y otras menos y el cura un día estará más inspirado y otro menos y vosotros mismos un día estaréis más centrados y otro menos, pero independientemente de eso vivirla, nos llenará de la Presencia de Dios y de la Salvación de Cristo y eso transforma... y alegra.






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