El primer mandamiento es ¡ESCUCHA ISRAEL! No solemos caer en la cuenta de este detalle cuando contemplamos este pasaje de la Escritura y es que lo primero que nos pide el señor es que le ESCUCHEMOS.
¡Claro! Es de sentido común. ¿Cómo vamos a amar a Dios si no sabemos lo que nos dice, los que nos pide, lo que quiere de nosotros, lo que nos promete? En la raíz de vuestra fe personal está la escucha atenta de la voz de Nuestro Dios.
Evidentemente a Dios no se le escucha normalmente como a otra persona –solo algunos santos han tenido esa clase de locuciones divinas- pero no es lo ordinario y nuestro Dios gusta de los medios ordinarios para hacerse oir, y son esos medios los que nosotros hemos de buscar.
El primero y principal es la oración. Sin oración no hay diálogo con Dios y no hay verdadero amor a Dios. NO PUEDE HABER AMOR SIN ORACIÓN.
Pero a lo largo de mis años como sacerdote me he encontrado algunas veces con personas que aun con buena intención, han hecho sus objeciones a algo tan evidente como es la necesidad de la oración.
Me he encontrado con gente que me ha dicho: “Es que rezar no es decir padrenuestros...”. ¡Hombre... no solo es decir la oración del Padre Nuestro!¡Pero también! En primer lugar, porque esta oración es precisamente la que el Señor Jesús nos ha enseñado a rezar: “Cuando recéis decid... Padre Nuestro que estás en el Cielo...”
La oración del Padre Nuestro no es poca cosa, es mucha cosa. El problema no está en la oración sino en nuestra actitud. Si rezamos el padrenuestro como quien ve pasar el tiempo pues mal. Por eso hemos de gustar cada una de las palabras que decimos al dirigir a Dios esa hermosa oración.
Otra objeción que he oído es: “Si Dios ya sabe todo lo que pasa en nuestras vidas ¿Para qué vamos a contarselo nosotros?
Algunas veces he oído esta clase de conversaciones entre matrimonios. Dice la mujer: “Es que mi marido no me dice nunca que me quiere” y su marido se defiende: “pero mujer, si ya sabes que te quiero…” Bueno, pues no es suficiente, no es lo mismo decirlo que no decirlo, no es lo mismo. HAY QUE DECIRLO y lo mismo pasa con la oración. NO VALE DECIR es que Dios ya sabe que le quiero. A Dios le agrada que le hablemos de nuestras cosas. El mandamiento principal es el de amar a Dios y decimos que le queremos. Le queremos pero nunca estamos un rato con el a solas, nunca le hablamos de nuestras cosas, nunca le pedimos consejo a la hora de tomar una decisión, nunca… nunca… ¡Menudo amor más raro!
También algunas personas me han dicho que rezan pero que no escuchan a Dios. Cuando les he preguntado qué o cómo rezan no he podido salir de mi asombro al comprobar que hombres y mujeres hechos y derechos siguen teniendo la misma oración que cuando hacían catequesis preparándose para la Primera Comunión... y esa oración maravillosa para un niño de siete años, no es capaz de sostener la fe y dar respuesta a las dificultades con las que un hombre y una mujer maduros se enfrentan.
Es necesario profundizar y darle un hondo sentido a nuestra relación con Dios... ha de crecer de manera coherente con nuestra edad y nuestras necesidades. ¿Rezar cada noche tres avemarias antes de dormir?¡maravilloso! pero no solo eso. Es necesario mucho más, de lo contrario nuestra vida de fe, nuestra relación con Dios, nuestro amor a Dios -y por supuesto a los demás- se desmorona
Hemos de dejar de tratar a Dios como una especie de ser lejano, ajeno a nuestra existencia y hemos de intimar con Él para poder ESCUCHARLE y AMARLE de verdad.
Tenemos que adentrarnos por caminos de oración. Esto no es algo reservado a monjes que están un monasterio, no, esto es para nosotros y podemos hacerlo. Igual no sabemos muy bien cómo, pero eso tiene fácil solución: preguntar, formarse un poquito, hablar con vuestro cura o con un sacerdote amigo, leer alguna cosilla. Los discípulos no tuvieron reparo ni vergüenza de hacerlo: “Señor, enséñanos a orar” y el les enseñó.
Mirad, nos jugamos la vida en AMAR A DIOS DE VERDAD, no es una tontería y el punto de partida esta en ese ¡ESCUCHA ISRAEL! Vamos pues a escucharle y a llenar nuestra vida de todo eso que el Señor quiera decirnos. Cumplamos ese mandamiento principal del amor a Dios y a los hermanos.
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