Parroquia

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viernes, 30 de noviembre de 2012

Novena de la Inmaculada 2012


La Virgen María, en Adviento
La figura de María, en el pensamiento de los Padres del Concilio, se va perfilando como una visión maravillosa a través del año. Dicen explícitamente: «Todo el misterio de Cristo está ahí, desde la encarnación y la navidad, hasta la ascensión y pentecostés». Y María, en la más íntima conexión con él. María y Cristo. Dos realidades tan inseparables como lo son estas dos: Madre e Hijo.
Por eso, cuando a través del año litúrgico la Iglesia nos pone al alcance el misterio de Cristo, no puede menos de venerar «con amor especial a la Bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica del Hijo; en Ella la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y la contempla gozosamente, como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser» (S. L. 5, 1-3).
Nadie vivió jamás como María, en intensidad y participación, el misterio salvador. De forma que es tan imposible separarla de la cruz, resurrección, ascensión y pentecostés como lo sería de la encarnación y nacimiento del Señor. Imprescindible, pues, inseparable de Cristo en todo su misterio de salvación.
Ahora bien, según algunos liturgistas, el período más litúrgicamente mariano del año es el santo tiempo de Adviento. Empieza, en efecto, con la Inmaculada, y culmina con la Maternidad divina por Navidad. Y así lo entendían y celebraban los cristianos de los primeros siglos de la Iglesia.
Pero vinieron los tiempos de relajación y olvido. Y así como los israelitas se habían cansado del maná en el desierto y apetecían sucedáneos más gratos a sus paladares estragados... también los cristianos relajados perdieron el gusto mariano del Adviento y buscaron un sustituto más a su gusto y alcance.
el Vaticano ll, en su Constitución sobre la Iglesia (nº. 67), nos exhorta así:
«Que todos los hijos de la Iglesia fomenten, pues, el culto sobre todo litúrgico, para con la Bienaventurada Virgen, estimen grandemente las prácticas y ejercicios de piedad para con Ella, recomendados en el transcurso de los siglos por el Magisterio». Y añade en otra parte: «Las diversas formas de piedad para con la Madre de Dios que la Iglesia ha aprobado... hacen que mientras se honra a la Madre, el Hijo... sea debidamente conocido, amado, glorificado y sean guardados sus mandamientos».
Nuestro propósito es, pues, facilitar el cumplimiento de estas normas conciliares ofreciendo lecturas, plegarias y cantos que permitan a la vez convertir en realidad, durante ese «espacio y tiempo» de Adviento, la aspiración de tantas almas: «A Jesús por María».
«El camino más corto, escribe L. Barandiaran para llegar al corazón de un hijo, es siempre, el corazón de una madre.
Para Jesús, como para todos los hijos, cada petición de la Madre: es una oportunidad actual de corresponder a los esfuerzos pasados de la Madre.
Si Cristo es «Camino» hacia el Padre, María es «Atajo» hacia Cristo.

NOVENA DE LA INMACULADA


PARA TODOS LOS DÍAS
PRECES COMUNITARIAS
1. María, modelo de fe, Tú que creíste en la palabra del Angel, y Dios obró maravillas en Ti, aumenta en nosotros la fe, sin la cual no podemos agradar a Dios, ni salvarnos. Santa María.
Ruega por nosotros.
2. María, modelo de esperanza, Tú que esperabas la venida del Redentor, y el cumplimiento de todas las promesas mesiánicas, aumenta en nosotros la esperanza. Santa María. Ruega por nosotros.
3. María, modelo de caridad, Tú que amabas a Dios como ninguna otra criatura le ha amado, y nos amas con amor maternal, aumenta en nosotros la caridad de que tanto necesitamos. Santa María. Ruega por nosotros
4. María, modelo de pureza, que Dios, al hacerte Madre suya, quiso conservar íntegra tu virginidad, consérvanos siempre limpios de alma y cuerpo. Santa María. Ruega por nosotros
5. María, modelo de perseverancia, Tú que no volviste nunca atrás en el camino de la virtud, alcánzanos la perseverancia en la gracia de Dios, para que no perdamos nunca la amistad con Jesús. Santa María. Ruega por nosotros

ORACIÓN FINAL
A NUESTRA SEÑORA DE ADVIENTO
Madre Inmaculada, ya que estás otra vez con tu Hijo, y reinas con él en el cielo, mientras nosotros quedamos en esta tierra poblada de precarias alegrías y de preocupaciones cada vez mayores, ayúdanos a hacer de este tiempo de Adviento una espera eficaz que nos santifique y nos consagre al servicio del prójimo. No se aguarda cruzado de brazos al Señor. La acción y la oración deben llenar nuestra vida. Y cuando llegue nuestra hora y tengamos que atar nuestra gavilla para presentarla al Señor: Madre, quédate a nuestro lado.
Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Nuestra capilla preparada para la Novena


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