Trasladarse, cambiar de lugar de residencia, de ambiente, de gente, tiene una doble dimensión; Por una parte da una pereza infinita. Los seres humanos nos hacemos al lugar, a las personas y conseguimos estar cómodos. Nos sentimos bien llegando todos los días al mismo lugar, juntándonos con las mismas personas a las que conocemos y tratamos habitualmente.
Además trasladarse cuando uno no lo ha decidido sino que lo hace por su ministerio tiene un matiz especial. Es como muy de Dios, es como caer en la cuenta de que tu vida no está en tus manos... Y eso siempre da un pelín de miedo ¡es muy humano sentirse así!
Pero por otra parte un traslado también nos pone ante un horizonte nuevo.
¿Qué querrá el Señor de nosotros en esta nueva etapa? No es fácil de saber. Tenemos un tiempo nuevo por delante y los plazos, los quehaceres de Dios suelen ser a su ritmo, no al nuestro. Tendremos tiempo par ir tratando de ver su voluntad, de encontrarla en medio de mil trabajos, preocupaciones y sobre todo... junto a Él y en su presencia.
Ahora estamos preparando la casa... dentro de unos días esa será ya nuestra casa y al llegar allí, de alguna manera, comenzará una nueva vida. No es una ruptura, no abandonamos a las personas que Dios ha puesto en nuestro camino anteriormente. La oración, la caridad pastoral, el afecto humano que sentimos por ellos y los medios que este tiempo pone a nuestro servicio harán que podamos estar también cerca de aquellos a los que queremos y han quedado en otros lugares, en otras parroquias ¡Muy cerca de ellos!
En el despacho de la parroquia de Berriozar han acontecido muchos encuentros... sobre todo con Dios en el acompañamiento espiritual y la confesión, en la cercanía humana y la pobre ayuda que hemos podido prestar a aquellos que se han acercado a el. Hoy he abierto mi nuevo despacho en Ansoáin. Estaba fresco, limpio... disponible. Ojalá que Dios me utilice como hasta ahora para lo que el quiera en ese nuevo despacho, entre esas cuatro paredes y en la Iglesia... en el confesionario y en Altar. Celebrando la Misa... Vida y fuerza para nosotros.
Vuestro párroco
